ABEL
“ Y
Abel fue pastor de ovejas “.
Génesis 4, 2
Abel
subía
hasta la cima del otero
a ofrecer
la primera oveja
grata al Señor.
El animal sabía del sacrificio
y llevado en sus brazos
le miraba en la lumbre
confiado.
Todo
su ser de oveja
se acomedía
al corazón de la rama.
Ya uno solo
aromaban el cielo de romero
y la sangre ovejuna
ascendía
en auroras de adviento
transfigurada.
Abel
bajaba de la colina
mudo
y preservaba su alegría
en el calor ausente
de la oveja niña.
En el agrado de su pastoreo
las noches eran
un rebaño de nacimientos.
Humilde
bendecía sus manos de lana
las hilaba
las abría de gozo
en el obrar manso
de su día ovejero.
Una tarde
su hermano le invitó
al campo labrantío.
Abel no vio
la sombra de la envidia
ni del odio a su espalda.
Tenía ojos de oveja
y confiaba.
No entendió el sacrificio de la ira.
Sólo al caer
al balbucir balido
tendió los brazos
en amor perplejo.
Y miró complacido
en su aurora de oveja
una ascensión de brillos hilanderos
como un ofrecimiento
“ La tierra estaba informe y vacía, y las tinieblas cubrían
La superficie del abismo y el espíritu de Dios ALETEABA
Sobre las aguas “. Génesis 1,2
Serenada en su fuego
La hija de la verde arcilla
Esparce fulgores naranja.
Ondea la forma del ave.
Bajo el agua
Un alear
De esencias.
Lentas
Germinarán en los horarios
Del alba.
Un pececito rojo
Una hoja de araucaria
El lino de la vela
De un navío fenicio
Duermen aún
A l e l a d o s
En el ovillo de sus elementos.
El limbo de la piedra
Gotea resina
De canto y lágrima.
Entre las reverberaciones
Del magma
De desprenden
Azules en su almario
Las palabras.
Dios sueña todo el cosmos
Encerrado
En la fragilidad
De un globo tibio
Lo vislumbra en su instante
Redondeado
Y sabe
La parábola justa
De óvalos y helios
Necesarios al viaje.
En su pupila
Dios aloja a la hija
-cocuyita de ánimas moradas –
-Jofaina de semillas lumbreras-
Y la refleja
Complacido
En la vasta hondura
De Su Suma Bondad
Y Bienavenuranza.
JEREMÍAS
“ Derramóse en tierra mi corazón “.
Lamentaciones 2, 11
El que fue conocido antes de su forma
y murió apedreado en Tafmis,
vio la rama de almendro
vigilante de La Palabra.
Tomó el cinto de lino del agua
deshecho
y la orza de greda
- como las partes del hombre –
desunida.
Supo de los cordeles
y el yugo sobre el cuello
y la noche del lodo de la cisterna
oscura.
Pronunció los sonidos del comienzo:
Guimel Caf Nun Zain
Aleph
y los rehízo del brasero.
Vio los dos canastillos de higos
en el atrio del templo
y la copa del Vino de la Ira
ante la Espada Viva.
Y entendió
que los bálsamos suaves
y todas las resinas de Galaad,
no bastan a la herida
soledad y visiones
del Profeta.
Aún el Éufrates guarda
el libro de Babilonia
atado a la piedra.
Una rama vigila
La Palabra Cumplida.
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