Menos vida en línea para recuperar la real
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Comenzó eliminando las redes sociales y WhatsApp,
luego las suscripciones a portales y después aplicaciones como Google
Maps. Al final se deshizo de su ‘smartphone' y volvió a tener un celular
básico que solo usa para llamar. Enric Puig Punyet, español de 36 años,
profesor y doctor en Filosofía, lleva más de un año desconectado. Pero ha sobrevivido y no se ha aislado del mundo.Su desconexión fue resultado de la investigación para su libro ‘La gran adicción', en el que aborda el tema de cómo es vivir sin internet mediante
diez testimonios de personas que, por diferentes motivos -adicción,
desconexión con la vida real, ansiedad, visiones alternativas de la
vida, etc.- tomaron esta decisión en tiempos en los que parece imposible
lograrlo. De hecho, de acuerdo con el estudio Shifts for 2020,
desarrollado por Facebook IQ, el equipo de análisis e investigaciones de
la red social, en el 2020 habrá más personas con teléfonos móviles que red de agua potable o electricidad en sus hogares; y, por primera vez en la historia, habrá más personas conectadas a internet que aquellas sin conexión.
‘Dar
un paso al costado' le ha representado muchos beneficios a Puig.
"Recuperé la capacidad de prestar atención y de profundizar en una
conversación, y ciertas capacidades de socialización y mucha paz, porque
las redes nos crean ansiedad y nos hacen perder mucho tiempo", cuenta en entrevista con EL TIEMPO.
Pero ¿cómo hace para no verse limitado en una era en la que hasta para el trabajo es necesario estar conectado? Su
postura no es fundamentalista. Su llamado es a encontrar un equilibrio
entre la conexión y la desconexión. "Hoy nos agobia no estar
permanentemente conectados, pero hay que analizar también cuáles son los
aspectos de la vida real que nos estamos perdiendo por esta obsesión
moderna. Es hora de hacerse preguntas, de poner freno personal y
socialmente, y de activar nuestro espíritu crítico", dice.
Por
eso hoy solo se conecta para revisar correo y comunicarse con sus
estudiantes. "Solo uso internet desde mi computador", cuenta, porque así
limita su tiempo en la red. Y recomienda que en las casas haya un solo
computador, "dispositivos colectivos, no personales", para que adultos y niños no permanezcan enganchados a la red con sus dispositivos, que los acompañan hasta al baño.
Hacemos una pregunta y al final internet acaba haciéndonos miles de preguntas, absorbiéndonos
Menos vida en línea para recuperar la la real
Lo que más lo inquieta es el enorme desperdicio de tiempo que implica el estar conectados: "Cuando hacemos una búsqueda en Google,
pasamos de una página a otra y al final ni recordamos qué estábamos
buscando. La relación de internet se invierte, hacemos una pregunta y al
final internet acaba haciéndonos miles de preguntas, absorbiéndonos".
"Un
error común es que nos suscribimos a decenas de cosas que luego no
miramos. Son notificaciones que entorpecen la vida cotidiana, cientos de
correos en los que perdemos el tiempo leyendo, que no alcanzamos a
digerir y que al final lo que hacen es crearnos mucho ruido y darnos muy
poco fondo", agrega.
La
suya no es una actitud ingenua, sino de "resistencia" a un modelo que,
asegura, no es tan neutro, abierto y pluralista como lo pintan. En una entrevista con la BBC sentenció: "A menudo se dice que internet es
una herramienta neutra y que depende de cómo la utilicemos. Esto es una
simplificación. Supone no entender que detrás de internet hay una
ideología y una historia. En el último capítulo de esta historia, que se
remonta al 2000, emergió un modelo de negocio cuyas ganancias dependen
del tiempo que pasemos los usuarios en internet (...). La internet
participativa busca nuestra dependencia, pues al tratarse casi en su
totalidad de plataformas vacías que se nutren de nuestro contenido, lo
que interesa es que estemos a todas horas conectados". Y en esto, añade,
los teléfonos inteligentes han sido fundamentales.
Y
en una charla con ‘La Vanguardia' agregó: "No es una herramienta al
servicio de la humanidad, sino que pone la humanidad a su servicio,
nutriéndose de sus anhelos, sus gustos, sus soledades (...). Hoy es más
rápido acceder a la información que procesarla, generarla y
contrastarla. Hay un clima en el que es imposible mantenerse callado
aunque no se tenga nada que decir (...). Y son las grandes corporaciones
las que sacan tajada económica de este gran ruido, donde lo único
importante es el tráfico".
Puig dice
que aunque la mayoría de ‘apps' busca lograr dependencia en los
usuarios, no se puede negar que internet es una herramienta que salva
distancias y acorta tiempos. Pero anota que incluso aquí hay que tener
cuidado, porque "en muchos casos nos aproxima respecto a quien tenemos
lejos, pero en otros nos aleja respecto a quien tenemos cerca".
Y
en su libro lo aborda con la historia de Philippe, un hombre de 40 años
que fue despedido de una empresa informática. A partir de ese momento
comenzó una intensa búsqueda de trabajo por internet que lo aisló casi
por completo en el estudio de su casa. "Su dedo repetía de forma
mecánica la continua pulsación del botón del ratón del computador,
hasta el punto en que ya no lo sentía ni suyo", describe Puig en su texto.
Un
día Philippe recibió un mensaje que lo hizo cambiar de percepción. "La
alerta de mensaje en su teléfono aceleró su corazón. Podría tratarse de
una oferta de empleo. Pero no fue nada de eso. Era un mensaje de su
esposa, que estaba en la misma casa, y que contenía dos palabras: ‘te
quiero' ". Esta era la única expresión absolutamente real que había
compartido con ella en las últimas semanas y fue suficiente para
entender que había llegado el momento de empezar a desconectarse.
Puig señala que los demás protagonistas de su texto escogieron este camino por diferentes circunstancias, pero subraya que lo importante de leer estas historias es que "nos empecemos a hacer preguntas en ese sentido",
sobre qué tan adictos o alienados estamos por la redes sociales y otras
formas de conexión que en realidad nos desconectan de muchos aspectos
de nuestra vida, dice.
Su conclusión
es que todos debemos tener claro por qué usamos internet y plantearnos
si es necesario estar tan conectados. Para este filósofo, es clave
fomentar una sensibilización ciudadana sobre este tema y por eso es el
director del Instituto de Internet, una organización que se dedica a la
divulgación de análisis críticos respecto a las nuevas tecnologías. Su
objetivo: lograr que internet deje de ser una herramienta que pone a la
humanidad a su servicio, y pase a ser lo que debería ser: una herramienta, con enormes potencialidades, pero que realmente sepamos manejar.
ANA MARÍA VELÁSQUEZ DURÁN
Redactora de EL TIEMPO
21 de mayo 2017 , 12:00 a.m.
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domingo, 21 de mayo de 2017
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